FINI BOCCHINO: "TENGO TAN ARRAIGADA LA IDEA DE QUE SOY ACTRIZ, QUE SEA LO QUE SEA QUE PIENSEN DE Mí POR SER HIJA DE QUIEN SOY, LO DEJO PARA ELLOS"

El comentario decía: “¡Mirá la rubita!”. El video lo había subido la madre de esa chica que cantaba en perfecto inglés su versión de “Maybe This Time”, la célebre canción de Cabaret que inmortalizó Liza Minelli cuando ella ni siquiera había nacido.

La madre que compartió el contenido es Andrea Frigerio y su hija es Fini Bocchino. Por estos días, comparten la película Una jirafa en el balcón, una historia sobre las esquirlas que dejó la dictadura, la identidad y la redención. Allí, Fini es la versión joven de Andrea, pero también es una princesa escrita por Henrik Ibsen, una modelo infaltable en las mejores campañas, una aventurera que viajó tres años por el mundo y esta voz que no se achica ante un musical antológico. La mujer que dejó el comentario tenía razón: mirá la rubita.

–Leí por ahí que de chiquita morías por estar en la red carpet y no te despegabas del teatro. ¿Es así?

–¡Eso es muy gracioso! Lo que pasó, en realidad, es que siempre estuve empapada del mundo del teatro gracias a mi mamá. Tengo el recuerdo de acompañarla en las temporadas de Mar del Plata y Carlos Paz. Siempre me quedaba esperándola atrás, en los camarines, y a veces cuando terminaba la obra salía a saludar como si fuese parte del elenco (se ríe). No sabés cómo tengo interiorizado el olor a teatro, lo tengo fijado en la nariz.

–¿Y qué dijo tu mamá cuando vio que lo tuyo no era solo el juego infantil de saludar sobre el escenario, sino una decisión real de ser actriz?

–Mirá, no pasó que un día le dije: “Quiero ser actriz”; todo fue un proceso más profundo. Siempre estuve rodeada de ese mundo, toda mi vida tomé clases de actuación y de canto, pero cuando llegó la adolescencia me puse más rebelde, ¿viste? Empecé a decir que no quería saber nada con la exposición, me dieron esas ganas de ir en contra de todo.

Después empecé a viajar, cosa que era un sueño para mí porque siempre quise vivir aventuras por el mundo, ser nómade… Pero en cada lugar al que iba, hacía clases de teatro. Nunca podía soltar el lado artístico. Quería escaparle a la exposición, pero el último año del viaje me metí en una escuela, algo más intenso, y cuando terminé ahí dije: “Basta de dar vueltas, yo me quiero dedicar a esto”. Justo ahí salió el proyecto de Una jirafa en el balcón y volví. Antes había tenido una pequeña participación en la serie Limbo, haciendo de mi mamá en un flashback.

–Deberíamos consultarlo con el "Libro Guinness" porque no sé si será un récord, pero en muy poco tiempo ya hiciste dos veces de tu mamá.

–¡Exactamente! (se ríe). Es lógico y raro a la vez. Trabajar con ella es bárbaro, nos llevamos re bien, solo compartimos escena en una película que se hizo en Paraguay hace mucho tiempo, pero en estas dos experiencias de Limbo y Una jirafa en el balcón, como yo hago de ella, no nos cruzamos. Eso sí, durante el último rodaje, después nos encontrábamos en el motorhome o yo miraba lo que hacía y la alentaba cuando terminaba la escena, le pedía consejos. No te voy a mentir: cuando tengo un casting, le pido que lea el material y me diga qué ideas tiene sobre el personaje, re compartimos todo eso. Y ni hablar de las comidas, fija que comemos juntas.

–Está instalada la idea de que en las plataformas trabajan siempre los mismos. ¿Cómo hace una actriz joven para ser tenida en cuenta?

–Con mucha constancia y una gran tolerancia a la frustración, porque hacés muchísimo casting y te enfrentás con un montón de gente que te dice “no”. Una negativa no significa que seas mala actriz o no merezcas un buen papel, a veces la búsqueda para un rol es muy específica. Se evalúa la voz, la parada, la mirada; y si no sos el personaje, simplemente no lo sos. Más allá de tu talento y de tu entrenamiento, es así. No bajar los brazos y persistir es fundamental, es necesario laburar mucho, dar lo mejor de uno, no parar nunca.

–Volviendo al tema materno, en la película tenés una historia con Junior Pisanú, que es hijo de Daniela Cardone. ¿Es casi un guiño que los hijos de dos modelos tan emblemáticas se hayan encontrado en la trama?

–Y no solo en la trama de la película, porque ahora con Junior vamos a estar juntos nuevamente en otro trabajo. Venimos ensayando hace tiempo con la directora Helena Tritek, gran maestra de actores, para hacer Manada de lobos, de Henrik Ibsen, en el Teatro Presidente Alvear. Es una experiencia increíble actuar en un clásico, más siendo la primera vez que hago teatro profesionalmente. ¡Te juro que es una locura! Interpreto a una princesa, así que trabajamos mucho las maneras, el modo de decir, cómo proyectar la voz para que se entienda cada palabra.

–En el último tiempo hiciste varias campañas para marcas, como María Cher y Helena Dakak. Quizás menos que antes, pero sigue habiendo un prejuicio en torno al modelaje. ¿En algún momento pensaste que la modelo podía restarle a la actriz?

–Es una muy buena pregunta. Me pasó toda la vida lo mismo, con esta cosa de que mucha gente me decía: “Ay, ¿pero por qué no sos modelo?”, y yo siempre contestaba “¡Ni loca!”. Me preocupaban varias cosas de ese mundo, sobre todo las exigencias estéticas, tenía muchísimo prejuicio con eso. Pero una vez que volví a la Argentina, comenzó a darse de a poquito, me llamaban cada vez más seguido y lo empecé a disfrutar. Iba a los shootings y me llevaba genial con la gente, me gustaba el ambiente de trabajo.

Noté que se me daba mucho mejor de lo que había pensado y aprendí un montón a posar para que todo se viera más natural. Le fui agarrando la mano y todos esos preconceptos que tenía se me borraron absolutamente, me encontré con gente espectacular con la que repetimos equipo varias veces, ya se construyeron relaciones personales. A veces la vida te demuestra que tus ideas no reflejan la realidad. Además, lo digo, ¡me encanta la ropa! Compro mucho vintage.

–¿Sos de recorrer ferias o de vaciarle el placard a tu mamá?

–¡Ambas! (se ríe). Te juro que tengo el privilegio de haber heredado unas prendas espectaculares que ella usaba en la vida y también en el teatro, sacos con apliques que no sabés lo que son. Los tenía guardados en el sótano, ¿entendés? Y yo: “¡¿pero qué es esto?!”. Hay ropa de personaje que hoy uso para ir a una fiesta, cosas increíbles.

–Esta pregunta intuyo que no será fácil. ¿Cuál es tu prenda fetiche heredada?

–Uf, tengo un montón. Me gustan muchos los sacos, soy fanática de los de terciopelo, los uso en todos los colores. De repente también muero con algún que otro vestido suyo, soy muy del vestido largo, me he probado millones en casa. Eso, los sacos y los vestidos son mis debilidades.

–Volviendo al tema del prejuicio, tu mamá tuvo que enfrentarse con el hecho de ser una de las mujeres más hermosas del país y tener que demostrar cuánto valía como actriz. ¿Pensás que puede pasarte lo mismo?

–Te juro que tengo arraigada tan fuertemente la idea de que soy actriz, que sea lo que sea que piensen de mí por el hecho de estar trabajando como modelo o de ser hija de quien soy, lo dejo para ellos. Que piensen lo que quieran, yo soy muy fuerte con mi convicción y con mi vocación. Más allá de toda la parte más superficial, esto que tengo adentro es genuino, cero forzado, es auténtico y no me lo puede sacar nadie.

–Vayamos por lo opuesto: si te preguntan qué querés hacer (cine, teatro, series, lo que se te ocurra, no hay límite), ¿qué elegís y con quién sería?

–Primero tengo que decir que en este momento estoy viviendo uno de los sueños de mi vida, que es hacer teatro, y como me tocó un clásico, casi que no puedo pedir nada más. Después, si me toca elegir, me encantaría trabajar con Nahuel Pérez Biscayart, me gusta muchísimo lo que hace. ¡Hay tantos actores argentinos increíbles! Pero dentro de los jóvenes, además de Nahuel, me gustaría trabajar con Justina Bustos y con Ailín Salas, nos llevamos re bien entre nosotras. ¡Qué lindo sería si nos saliera algún proyecto juntas!

Fotos: Lucila Schuchner

Agradecimientos: María Cher @mariacherargentina

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