125 AñOS EN EL LABERINTO DE BORGES, FIGURA DE LA LITERATURA UNIVERSAL

“Instituir el día 24 de agosto de cada año como Día del Lector, en conmemoración y homenaje al día del natalicio del escritor argentino Jorge Luis Borges”. Así lo ordena la ley 26.754, promulgada en 2012, que agrega en su segundo artículo: “Encomendar al Poder Ejecutivo Nacional la realización en dicha fecha de actos de divulgación de la lectura y de reconocimiento a la obra y a la trayectoria de Borges, como figura insoslayable de la literatura nacional y universal”.

De esta manera, la norma introdujo al país en un verdadero laberinto en el que a la mayoría de la población argentina le resulta imposible ejercer una simple lectura y, menos aún, la “lectura comprensiva” de un texto. Desafiando tal orden, existen homenajes dispuestos pese a la fecha clave, como dos laberintos materiales: uno en Italia y otro en el país, a saber…

En mayo pasado, en la revista trimestral Finestre sull’Arte (proyecto generado desde la provincia de Massa y Carrara, Toscana), Ilaria Baratta publicó una entrevista a la arquitecta Renata Codello, secretaria general de la Fundación Giorgio Cini. La misma se centró en el Laberinto Borges, abierto al público en 2021 (diez años después de su creación), que hasta entonces era visible desde la terraza del Centro Vittore Branca que pertenece a la fundación.

El laberinto, ubicado en la  isla de San Giorgio, Venecia, fue creado en 2011, pero el proyecto se remonta a los años 80. “El diseño es un homenaje que el diplomático y diseñador de laberintos inglés Randoll Coate hizo a Jorge Luis Borges”, explica Codello. “Creado en los años 80, está inspirado en el cuento de Borges El jardín de senderos que se bifurcan: el laberinto tiene en realidad la forma de un libro abierto y en su interior contiene varios símbolos que hacen referencia a la narración”.

“En 2003 el diseño se convirtió por primera vez en un verdadero laberinto en Mendoza, Argentina. Sin embargo, María Kodama quería crear una versión en Europa y su sueño era que, dada su forma de libro, posiblemente se ubicara cerca de una biblioteca importante. Después de muchas investigaciones, cuando el músico Pedro Memelsdorff, director de los Seminarios de Música Antigua, Egida Sartori y Laura Alvini de la Fundación Cini, le propusieron presentar a la Fundación Giorgio Cini la idea de ubicarla cerca de la Biblioteca Manica Lunga, en la Isla de San Giorgio Maggiore, proyecto que fue acogido con gran entusiasmo. En 2011 el laberinto fue terminado y presentado oficialmente con motivo de los veinticinco años de la muerte de Borges”.

“Las 3.200 plantas de boj que lo constituyen (un kilómetro lineal) esconden elementos de una visión del tiempo única, como el reloj de arena, el signo de interrogación, el tigre, el nombre de Jorge Luis, las iniciales de su esposa, María Kodama. El efecto espejo es increíble y admirable, sobre todo desde arriba: los setos componen el nombre de Borges en dos direcciones opuestas, como si estuviera perfectamente escrito en las páginas de este libro”, añade Renata Codello. El mismo está situado al pie de la extraordinaria Biblioteca de la Manica Lunga, antiguo dormitorio de los monjes benedictinos, de 130 metros de largo, obra de Michele De Lucchi.

El paseo por el interior está acompañado de música: una suite de más de quince minutos compuesta especialmente por Antonio Fresa, interpretada y grabada con la Orquesta del Teatro La Fenice, titulada Walking the Labyrinth, que los visitantes pueden escuchar desde las audioguías multilingües a través de auriculares.

El laberinto argentino se encuentra en San Rafael, Mendoza, en la finca de viñedos Los Álamos, casa natal de la amiga de Borges, Susana Bombal. Consta de 8.700 m2 y 7.150 plantas de buj, y es considerado el más grande en América así como una atracción turística internacional con el diseño de Randoll Coate, similar al veneciano. Cuenta con más de 2.500 metros de senderos para recorrer su oculta simbología, visible solo desde una torre de 20 metros erigida para apreciarla.

Más allá de estos homenajes distantes, el verdadero fenómeno es la perduración de la obra de Borges así como la secuela de la misma, que genera estudio y escritura. Esta expansión de un territorio simbólico lateral a través de la lectura –como bien señala Michel Nieva en su imprescindible Tecnología y barbarie (Anagrama)– impulsa a que cada uno de sus lectores busque su propio Aleph. Es decir: muy bonitos los laberintos, pero son algo tan lejano como fantástico para los argentinos.

En la primera conferencia ofrecida en Harvard, a fines de 1967, titulada “El enigma de la poesía” (publicada con otras seis en el inhallable volumen titulado Arte Poética, Editorial Crítica), Borges dijo: “Un libro es un objeto físico en un mundo de objetos físicos. Es un conjunto de símbolos muertos. Y entonces llega el lector adecuado, y las palabras –o, mejor, la poesía que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos– surgen a la vida, y asistimos a una resurrección del mundo”.

De esta manera quedó activa la paradoja más allá de toda ley. La llegada de nuevos lectores garantiza la existencia de Borges a pesar de la ausencia, expresada en libros que expanden su obra. Aquí ejemplos disponibles en librerías del país: el reciente Borges y el derecho (Interpretar la ley, narrar la justicia), de Leonardo Pitlevnik, Siglo XXI; Breve historia argentina de la literatura latinoamericana (a partir de Borges), de Luis Chitarroni, Malba Literatura; Borges a contraluz, de Estela Canto, Emecé Editores; y un detonador indispensable, Alias/Obra completa en colaboración, de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Lumen.

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