“ES UNA GRAN METáFORA DE LOS TIEMPOS QUE ESTAMOS TRANSITANDO”

¿Qué sucede cuando se revela toda la verdad? Escrita por Gilda Bona y dirigida por Francisco Civit, Secretos a la luz es una obra tremenda que convoca a reírse de la la propia estupidez y reconocer la propia maldad. Caras y Caretas conversó al respecto con su director, que también se refiere a otros proyectos en curso.

–¿Cómo surgió Secretos a la luz

–Venía con ganas de trabajar con un grupo numeroso. Le pregunté a Gilda Bona si tenía alguna obra que no se hubiera estrenado de esas características. Me pasó Secretos a la luz. Me dijo: “Tiene dieciséis personajes”. Me encantó. Desde hace mucho tiempo quería trabajar con mucha gente. Leí el texto y le dije a Gilda: “Dame otra”. Gilda me dijo: “Leela de nuevo, imprimila”. La leí por segunda y por tercera vez, por cuarta, por quinta. Empecé a entender la obra, las relaciones entre los personajes y empecé también a ver sus bajezas, a identificarme de algún modo, a ver tías, familia. Todo el tiempo veía ahí gente que conocía. Si lo pensás, los personajes de la obra son personas entrañables con tremendas bajezas. Son personas inseguras, dolidas, que salen a llevarse el mundo por delante para conseguir eso que quieren y en el camino van destruyendo todo lo que quieren. Esa ambigüedad me resultaba muy interesante. Lo otro que me resultaba muy interesante es que la obra es un rompecabezas. Para mí era un lindo desafío como director poder ordenar esa obra que en la lectura me había resultado tan caótica, ordenarla para el espectador. El espectador iba a ver un caos porque la obra está pensada como un policial y en los primeros quince minutos no se entiende nada. Esa pieza de ingeniería me parecía un gran desafío. La primera pregunta que me formulé fue: “¿Cómo hago para contar esto sin que el espectador se pierda?”. Después de madurar mucho tiempo empecé a convocar al elenco. Los empecé a convocar en junio de 2023. Me costó mucho conseguir algunos personajes. Convoqué a los actores exigiéndoles un gran compromiso con los ensayos porque si no era imposible llevar a cabo la obra.  

–¿Necesitabas a todos en los ensayos? En teatro independiente contar tres veces por semana con dieciséis actores de modo sostenido en el tiempo no es tarea sencilla. 

–Empecé por grupos familiares. Ensayábamos tres veces por semana. Mandé una grilla donde cada actor tenía que saberse hasta tal página tal día porque si no era imposible ensamblar ese monstruo. Convocar a todo el elenco costó un montón. Empezamos los ensayos en septiembre y tuvimos la obra completa a finales de noviembre.  Una vez que tuvimos la obra pegada con saliva empezamos a ocuparnos de la parte musical. Fue una creación colectiva. Fue un proceso hermoso. En diciembre empezamos a hacer pasadas y pasadas, filmamos la obra para que cada actor pudiera repasar posiciones en las vacaciones. No nos vimos en el verano y retomamos en marzo. En dos semanas ya teníamos la obra. Estrenamos en abril y tenemos sala llena hasta hoy, septiembre, que nos estamos despidiendo para regresar en noviembre. Estamos muy contentos con la obra. Fue y es una experiencia muy linda con un grupo increíble. Es un grupo encantador, se llevan muy bien y eso lo transmiten en escena. Están haciendo música, están actuando y están generando climas todo el tiempo. La precisión surge naturalmente. No es que yo esté marcando constantemente “parate acá, parate allá”. Antes de que empiece la obra, se pasan los últimos veinte minutos de la obra que es la parte coral, la pasamos porque nos pone en motor, nos organiza y porque estamos pensando mucho en el espectador. Sabemos que es una obra compleja pero al mismo tiempo muy popular porque la gente se ríe, lo disfruta. Y por otro lado nos damos cuenta de que estamos haciendo teatro con nada, con la imaginación de la gente. Una de las premisas para hacer la obra era “vamos a hacer teatro en una alfombra, como en el medioevo”.   

–No hay escenografía, están solo los personajes.  

–El espectador lo llena con su imaginación. Usamos un montón de saltos de eje y otros recursos cinematográficos. La heladera está acá y allá porque no nos importa. Estamos jugando con el plano, con cuestiones muy básicas del espectador contemporáneo. El espectador observa cine. No observa teatro todo el tiempo, observa cine y el recorte es el que hacen los ojos.  

–¿En qué pensás cuando dirigís?  

–Pienso en mí cuando era chiquito, en los dibujos animados que veía, pienso en Chaplin, pienso en Buster Keaton. 

–Los personajes de Luciana Serio y Gabo Yeannoteguy tienen algo de Chaplin. 

–Totalmente. Son cosas del vaudeville que están asociadas no solo a nuestros dibujos animados sino a los que ven tus hijas, los hijos de nuestros amigos, porque están vinculados a códigos muy básicos de comunicación. Son códigos universales que están asociados a la infancia y eso no lo olvidamos más. Eso está guardado en la parte de atrás del cráneo. 

–¿Por qué hacer Secretos a la luz en este momento que estamos viviendo? 

–Porque son todas malas personas, personas que especulan. Me pasa algo con los tiempos que corren. Estamos viviendo tiempos muy egoístas y estos personajes son así, por ese placer primigenio destruyen todo lo que hay alrededor, incluso se destruyen a sí mismos. Es una gran metáfora de los tiempos que estamos transitando.  

Además de esta obra que lo ocupa hace más de un año, Francisco Civit fue recientemente convocado por Argentores para dirigir Las bingueras, una obra de la escritora española Ana López Segovia, que se presentará en formato semimontado el 25 de septiembre en la sala de Argentores. También este mes estará pendiente de los Premios Hugo, que se entregan en breve, porque su obra Voces de Malvinas está nominada en las categorías “Mejor musical off”, “Mejor libro de musical argentino” y “Mejor dirección en musical off”. La obra 24 horas de viraje, también llevada adelante por la dupla Bona-Civit, fue distinguida con los premios Trinidad Guevara, Premio Municipal, Premios Ace y Teatro del Mundo.

Secretos a la luz está los sábados a las 19.30 en Andamio 90 (Paraná 660, CABA)

 

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